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-Bueno, entonces volveremos a empezar por el principio. Acuéstate y te tocaré y masajearé hasta que te duermas. Tomar pastillas encima de todo ese Champaña es una locura. Corres el riesgo de asfixiarte, ¿No lo sabías?
      -Si. Pero hace casi una semana que no duermo, y no puedo soportarlo; estoy enferma a fuerza de no dormir...., y ya no me interesa los buenos consejos de la gente concilia el sueño en cuanto cierra los ojos.
-Ponte boca acaba y déjame intentarlo.

 Me miro con expresión de rebeldía, y después se rindió y se acostó boca abajo con gesto exasperado.

- Si estás enfadada no resultará -dije-. Relájate y no pienses en nada. Aleja todos los pensamientos de tu cabeza. Cada vez que aparezca un pensamiento, ahuyéntalo..., Como si fuera un gato que hubiese entrado a revolver las cosas que hemos tirado al suelo.
- NUNCA ahuyentaría a un gato -dijo-. Nunca.
-Cállate y haz lo que te digo.
-Durante mi primer matrimonio hice entrar a una Vaca a la cocina por que estaba afuera y llovia.
Eres muy divertida, pero trata de hacer lo que te digo, coño.
-Es verdad... es de la vaca, nunca echaría a un animal de mi casa, hago entrar a los animales. Me gustan.
-Estupendo, pero ama a los pensamientos que te llegan a tu cabeza un poco menos que a los animales. ¿De acuerdo?
-Está bien, está bien!
Se quedó quiera y yo empecé a masajear sus hombros, su nuca y su espalda, traté de meter paz y calma y seguridad en su piel con los dedos. pero, súbitamente, levanto la cabeza y dijo:
- Además, pueden ser pensamientos agradables. ¡NO tienen por qué ser peores que los gatos!
suspiré audiblemente, empujé su cabeza sobre la almohada y me senté encima de ella manteniendola sujeta con los muslos y las rodillas.

Se quedo quieta durante un rato...